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Preguntar y contestar como actividad humana

16 años > Filosofía > La filosofía nos permite cuestionar rigurosamente la realidad y a nosotros mismos

1- Preguntar y contestar como actividad humana

En primer término, debemos aclarar que antes de introducirnos en el maravilloso mundo de la filosofía es muy importante acercarnos lo más posible a su comprensión a través de una actividad que de cierto modo permitió su existencia: “hacer preguntas y contestar”. ¡Sí, así como lo lees!, aunque parezca increíble, este ejercicio, muy humano por lo demás, permitió al hombre antiguo saber un poco más sobre los fenómenos que aparecían delante suyo sin una aparente justificación. Entonces, veamos que podemos aprender respecto a las preguntas y respuestas.

¡Bienvenido!

 

 

Te has preguntado alguna vez de dónde proviene todo lo que llegamos a conocer, cómo es que llegó a existir un mundo como el nuestro, un universo tan basto, la naturaleza, el día y la noche, las estaciones, el aire que respiramos, los seres vivos, la vida, la muerte, la justicia, el amor, el dolor, la maldad, el odio, el temor, el amor, la tecnología, entre otras cosas.

Pues muy bien, fíjate que todas estas interrogantes son tan antiguas que aún en estos días a los seres humanos les inquietan. Claro está, que hoy la tecnología, sobre todo internet, lo puede asistir en la búsqueda de alguna respuesta a preguntas tan complejas como las descritas. 

 

 

Veamos, entonces si vas comprendiendo. ¿Qué te parece si logras redactar alguna pregunta que te inquieta en este momento?

Pregunta: _____________________________________________________________

 

Ahora intenta responder utilizando los recursos que tengas a tu disposición. Puedes usar internet, un diccionario, una enciclopedia, lo que te parezca más pertinente

 

Respuesta: ____________________________________________________ _______________________________________________________________

 

Fíjate que este simple ejercicio lo hicieron unos hombres hace mucho tiempo atrás, más o menos en el siglo VII antes de Cristo, es decir, casi dos mil setecientos años. Y puede que tu pregunta y tu respuesta hayan sido muy parecidas a la de ellos, por lo tanto, eso nos indica que el hombre y la mujer siempre han sentido la necesidad de preguntar y obviamente contestar lo más posible a esa pregunta.

Pero, entonces, querrás saber qué es una pregunta. Pues muy bien, aquí tienes una definición bastante simple, pero muy significativa: “interrogación que se hace para que alguien responda lo que sabe”[1] . Como puedes ver, todos podemos preguntar en cualquier momento a alguien por alguna cosa, oficio, algún dato importante, la fecha, la hora, el día, en fin, preguntar, sin duda que es una necesidad humana de cada día.

Ahora bien, si preguntamos algo es justo que se nos pueda contestar para tener más claridad respecto a lo que necesitamos saber. En ese sentido, contestar se puede definir de la siguiente manera: “decir o escribir algo para resolver lo que se pregunta”[2] . Como vez, preguntar y contestar son un ejercicio humano recurrente y ha estado presente desde hace mucho tiempo en la vida de los hombres y las mujeres.

Como lo habíamos descrito más arriba, hace mucho tiempo atrás hubo un grupo de personas que se preguntaron por cuestiones que les resultaban muy difícil de comprender. No había forma de consultar en una biblioteca, no había televisión, ni radios, ni menos celulares ni tampoco internet para contestar a esas interrogantes. 

Pues, imagínate tú en esos tiempos en donde no existía la tecnología de hoy para responder sobre el origen de fenómenos naturales como, por ejemplo, los rayos, los truenos, la lluvia, las estaciones, entro otros. Para ti hoy sería lo mismo que preguntarte, por qué las guerras, el cambio climático, las pandemias, por ejemplo, con la diferencia que hoy dispones de la información suficiente para contestar.

Te invito a que puedas hacer el siguiente ejercicio sobre lo que hemos visto hasta aquí. Intenta anotar DOS diferencias en el recuadro que aparece más abajo entre: Preguntar y Contestar

 

    

PREGUNTAR

CONTESTAR

 

 

 

 

    

Como lo habíamos indicado más arriba, preguntar y contestar ha sido desde hace mucho tiempo una necesidad del ser humano, sobre todo en aquellos tiempos en donde ocurrían una serie de misterios que no podía explicar. Digamos, entonces que ese hombre quedaba con la incertidumbre, es decir, con la inquietud por saber de dónde o quien era el responsable de tales eventos. Podríamos, incluso, decir hasta con cierto temor por no saber qué ocurriría después.

En un primer momento, intentó contestar a esas interrogantes personificando a esos fenómenos misteriosos, es decir, le otorgó un nombre al trueno, al rayo, por ejemplo, y los plasmó en historias maravillosas llamadas mitos. Te preguntarás, entonces qué es un mito, pues bien, un mito es un relato oral o escrito que narra hechos extraordinarios, historias maravillosas que dan cuenta sobre el origen de las cosas.

Debes saber, entonces, que ese tipo de historias fueron el primer acercamiento, digamos serio, que hizo el hombre para poder contestar a los enigmas que aparecían delante suyo. No disponía de otra forma para contestar. No existían email, internet, google, ni mucho menos Wikipedia para buscar información y salir de la duda. Era con lo que disponía y sirvió no solo para saciar su curiosidad, sino que, además, estas narraciones sorprendentes se convirtieron en una especie de creencias válidas, casi de adoración para todos los que conformaban una tribu, un clan, o si quieres una sociedad como la de hoy. 

Consideremos entonces, que las preguntas y las respuestas a éstas mismas en aquellos tiempos fueron absorbidas por estas historias fantásticas que dejaron al hombre tranquilo durante muchos años. De hecho, dentro del grupo al cual pertenecía era muy común que estas narraciones se transmitieran de generación en generación. Al principio de manera oral y después impresas en tablillas de arcilla, cueros de animales, en papiros. Sin duda que muy diferente a la forma como aprendemos hoy, la mayoría de las veces en textos de lectura, novelas, o series televisivas en la aplicación Netflix como Vikingos o The Last Kingdom.

Así pues, por muchos siglos el hombre se preguntó e intento contestar con los recursos que tenía a su alcance, y entre estos su capacidad imaginativa para crear historias sorprendentes. Esto no solo le permitió comprender su entorno, sino que él mismo se identificaba con esas narraciones. De modo que esa interacción entre preguntar y contestar a la vez, produjo en el ser humano una transformación en la forma no solo de comprender el universo, sino que, además, la naturaleza o si prefieres, el sitio en donde habitaba.

Con este ejercicio tan particular que pueden hacer todas las personas, el hombre de aquel tiempo logró, por fin, saber de dónde procedían un gran número de esos misterios que lo aquejaban. A partir de ese momento su vida por completo estaría dedicada a celebrar y agradecer a los dioses por la cosecha, la lluvia, la vida, y estar atento a los designios de estas mismas divinidades. En definitiva, quería seguir consultando a sus deidades el porqué de esto, con la seguridad que estos seres sobrenaturales le darían siempre una respuesta.

 

 

2- ¿Todas la preguntas y respuestas que hacemos y damos son válidas? 

Ahora bien, convendría mucho saber si todas las preguntas que nos hacemos son válidas o tienen algún sentido, o si lo prefieres: ¿todo lo que pregunto tiene sentido?, y obviamente lo que contesto está a la altura de esa consulta. 

Pues fíjate que hay diferencias entre una pregunta bien hecha, es decir, que tiene un sentido, un objetivo, que logra remecer al otro, al punto tal que queda como intranquilo, de cierto modo, no logra superar ese estado hasta que busca una respuesta, de aquella que se pregunta por preguntar y no surge ningún efecto en la persona a la que se interrogó.

Como lo describíamos al principio el ejercicio de preguntar y responder van juntos, pero funcionan mucho mejor cuando la pregunta hecha tiene un sentido, por lo tanto, la respuesta estará a la altura de esa interrogación. 

Te proponemos el siguiente ejercicio. Intenta redactar tres preguntas que tengan una intensión y tres preguntas sin sentido.

  

Preguntas con sentido

Preguntas sin sentido

 

 

 

 

 

 

 
    
    

Seguramente te preguntarás cuál debe ser el tipo de preguntas que debo hacer para que alguien me responda adecuadamente. Pues bien fíjate en esto. Si preguntar es una actividad humana recurrente, es decir se da el tiempo para pensar qué preguntar, el resultado evidente debería ser una pregunta bien hecha. Veamos un ejemplo más concreto.

Cuando alguien le pregunta al otro de manera sorpresiva, por ejemplo, ¿me dices la hora, por favor?, el interrogado es libre de responder, si lo hace dirá lo que corresponde: son las 10:30 y todo quedará ahí, en esa simple respuesta y ambos, el que pregunta y el que contesta seguirán sumergidos en sus rutinas.

Pero es diferente cuando esa misma persona le pregunta, por ejemplo, ¿qué es el tiempo?, quien escuche esa pregunta ya no le bastará con responder sólo con la hora exacta del día. Algo en el quedará dando vueltas en su mente y puede que, incluso en ese momento, para salir del paso, tienda a contestar con lo que dispone, pero aun así esa interrogación lo remeció al punto tal que siente la necesidad de saber un poco más; algo en él cambió con esa pregunta.

Como podrás apreciar, por una cuestión de contextos, de tiempos puede que no siempre seamos capaces de hacer buenas preguntas y que ésta, a su vez, sea respondida a la altura que merece. Por lo tanto, un buen ejercicio para hacer preguntas válidas, con sentido, es pensar sobre ellas, darse el tiempo necesario. En eso, los antiguos griegos fueron expertos. Aunque no creas que siempre fue así. Tuvieron que aprender a hacer preguntas correctas para poder responder sobre cuestiones que afectaban su diario vivir.

Podemos decir, entonces que esto de preguntar y contestar es un ejercicio que, como toda actividad, si se practica con frecuencia puede darnos excelentes resultados y, obviamente, sentirnos satisfechos con la respuesta. Ahora, una buena pregunta, implícitamente contiene un desafío para aquel que la escucha: responder con fundamentos, a la altura de esa consulta, por ende, es válida la apreciación que hacíamos al principio: Preguntar y responder es una actividad humana recurrente y requieren de un esfuerzo intelectual para que ambas sean vistas y analizadas con el compromiso necesario. Por lo menos así lo hicieron nuestros nuevos amigos griegos.

Te invito entonces a que puedas realizar un breve resumen de los que has aprendido hoy. Y recuerda, te esperamos en la próxima clase con otro tema tan interesante como el que hemos visto.

Resumen
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Soluciones posibles:

Pregunta: ¿Podremos alguna vez alcanzar la felicidad? 
Respuesta: Buscar la felicidad ha sido siempre una obsesión en el ser humano. Algunos la encuentran en el dinero, en el éxito, otros haciendo el bien a los demás, otros simplemente ya no la buscan, y se dedican a vivir el día. Quizás en esta búsqueda, la filosofía nos pueda conducir por el camino correcto.

 

 

Preguntas con sentido

Preguntas sin sentido

¿Qué es la verdad?  

¿Cómo se llama usted? 

¿Qué es la justicia?

¿Puedo entrar?

¿Por qué nos enamoramos? 

¿Cuál es el precio de esa manzana

 

Resumen:

Preguntar y contestar es una cualidad humana que ha estado presente en él desde hace mucho tiempo. Antiguamente no disponía de algún material como libros, internet para responder, solo lo hacía creando historias maravillosas que le permitieron entender la realidad y el contexto en el que habitaba. No siempre sabemos lo que significa hacer una pregunta y menos dar una respuesta. Para evitar preguntar sin sentido, debemos darnos el tiempo para pensar en buenas preguntas.

 

Fuentes:
[1] Diccionario de la lengua española
[2] Diccionario de la lengua española

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Fecha de publicación: 05/14/2024

Última edición: 06/05/2024

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