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Filosofía y arte: la estética y el valor de las humanidades

17 años > Filosofía > El impacto de la filosofía en la vida cotidiana

1- Introducción

Te invito a observar la siguiente imagen y pensar en torno a lo que se indica a continuación:

 

 

¿Es posible considerar el contenido de la imagen como una obra de arte?, ¿será que cualquier elemento sacado de la cotidianeidad es posible de “convertir” en arte?, ¿de qué depende esa posibilidad?… ¿De qué depende, en definitiva, esa respuesta?

 

Este tipo de preguntas y reflexiones, entre otras, es a lo que se dedica la estética: una disciplina filosófica que reflexiona en torno a los valores estéticos, es decir, de la belleza y fealdad de todo aquello que cabe dentro de estas categorías. No es solo la obra de arte su objeto, sino todo aquello que puede ser catalogado como “bello”; pues así, una de las principales cuestiones en las que se indaga en la reflexión estética es ¿qué es lo” bello”?… y como es una reflexión filosófica, podemos decir finalmente que una de sus preguntas centrales es: ¿cuál es la esencia de la belleza? 

Conozcamos ahora algunas reflexiones y temática propias de la estética.

 

 

2- Principales temáticas de la estética

Decíamos que la estética, como disciplina filosófica, se aboca al estudio de los valores estéticos: belleza y fealdad. Pero éstos no solo los podemos apreciar en las obras de arte, sino que también podemos descubrir esos valores, por ejemplo, en los colores de un atardecer, en el revoloteo de un colibrí o en el sonido de un río correr. O también, ¿por qué no?: recuerdas la escena de la bolsa plástica en la película “American Beauty” (“Belleza americana”). Estos son ejemplos de que, para apreciar la belleza no es siempre necesaria la visita a un museo o a un teatro; la experiencia estética tiene otras latitudes.

 

Según Kant (filósofo alemán), la experiencia estética es aquella experiencia que nos proporciona un placer desinteresado. Lo diferencia del placer de comer, por ejemplo, porque este responde a una necesidad biológica. El placer de la experiencia estética es aquel que no tiene nada que ver con la satisfacción de necesidades

 

2.1- Belleza
Los estudios sobre lo bello y la problematización de la belleza son tan antiguos como la filosofía misma. Ya desde sus inicios, el tema de la belleza fue una cuestión tratada ampliamente por diferentes pensadores. Entre ellos podemos destacar la dedicación de varios "Diálogos" del filósofo Platón referidos al tema, y algunas escuelas filosóficas que establecieron los primeros principios estéticos. Y no sólo en el ámbito filosófico: qué decir de la fascinación y el culto al cuerpo de los antiguos griegos; se buscaba, ante todo, cuerpos esbeltos, simétricos, proporciones definidas, etc., que reflejaban ya ciertos cánones y principios estéticos definidos. (Imagínate que los juegos Olímpicos, iniciados en Grecia, en Olimpia -ahí estaba el principal santuario para Zeus- buscaban el desarrollo armónico de cuerpo y alma, lo que quedaba demostrado en parte con la exhibición de cuerpos atléticos y considerados perfectos; bellos). Fue el concepto de estética el que se comenzó a utilizar en el s. XVIII, principalmente por Baumgarten, quien introdujo el término como disciplina filosófica, pero las reflexiones, estudios y análisis de la obra de arte, de la belleza y de los valores estéticos son temas antiguos de la filosofía. 

Respecto a la belleza, revisemos el extracto de un diálogo platónico referido al tema. Recuerda que Platón escribió en forma de diálogos y su principal interlocutor era Sócrates. Este fragmento corresponde al diálogo Hipias mayor, o de lo Bello

 

(…)
Sóc. -Luego también los sabios son sabios por la sabiduría y todas las cosas buenas lo son por el bien. 
Hip. – ¿Cómo no? 
Sóc. – Por cierto, estas cosas existen, pues no sería así, si no existieran. 
Hip. -Ciertamente, existen. 
Sóc. – ¿Acaso las cosas bellas no son bellas por lo bello? 
Hip. -Sí, por lo bello. 
Sóc. – ¿Existe lo bello? 
Hip. -Existe. ¿Cómo no va a ser así? 
Sóc. – Dirá él: «Dime, forastero, ¿qué es lo bello?» 
Hip. – ¿Acaso el que hace esta pregunta, Sócrates, quiere saber qué es bello? 
Sóc. – No lo creo, sino qué es lo bello, Hipias. 
Hip. – ¿Y en qué difiere una cosa de otra? 
Sóc. – ¿Te parece que no hay ninguna diferencia? 
Hip. – Ciertamente, no hay ninguna. 
Sóc. -Sin embargo, es evidente que tú lo sabes mejor. A pesar de eso, amigo, reflexiona. No te pregunta qué es bello, sino qué es lo bello. 
Hip. -Ya entiendo, amigo; voy a contestarte qué es lo bello y es seguro que no me refutará. Ciertamente, es algo bello, Sócrates, sábelo bien, si hay que decir la verdad, una doncella bella. 
Sóc. – ¡Por el perro, Hipias, que has contestado bella y brillantemente! ¿Es cierto que, si respondo eso, habré contestado a la pregunta correctamente y que no hay riesgo de que se me refute? 
Hip. – ¿Cómo podrías ser refutado, Sócrates, en una cosa en la que todos los hombres piensan lo mismo y todos los oyentes confirmarían que tienes razón? 
Sóc. – Bien, ciertamente lo harán. Deja, Hipias, que yo examine para mis adentros lo que dices. Nuestro hombre me hará, poco más o menos, esta pregunta: «¡Ea!, Sócrates, contesta. ¿Todas las cosas que tu afirmas que son bellas, sólo son bellas si existe lo bello en sí mismo?» Yo diré que, si una doncella hermosa es una cosa bella, hay algo por lo que estas cosas son bellas. 
Hip. – ¿Crees, en efecto, que él intentará aún argumentar que no es bello lo que tú dices y que, si lo intenta, no quedará en ridículo? 
Sóc. – Sé bien que lo intentará, admirable amigo. El resultado nos mostrará si va a quedar en ridículo al intentarlo. Quiero manifestarte lo que él nos va a decir. 
Hip. -Dilo ya. 
Sóc. – «¡Qué agradable eres, Sócrates!, dirá él. ¿No es algo bello una yegua bella a la que, incluso, el dios ha alabado en el oráculo?» ¿Qué le contestaremos, Hipias? ¿No es cierto que debemos decir que también le yegua, la que es bella, es algo bello? ¿Cómo nos atreveríamos a negar que lo bello no es bello? 
Hip. – Tienes razón, Sócrates, puesto que también el dios dice esto con verdad. En efecto, en mi tierra hay yeguas muy bellas. 
Sóc. – «Sea, dirá él. ¿Y una lira bella no es algo bello?» ¿Decimos que sí, Hipias? 
Hip. – Sí. 
Sóc. -Él dirá a continuación, y lo sé casi seguro fundándome en su modo de ser: «¿Y una olla bella, no es acaso algo bello? 
Hip. -Pero, ¿quién es ese hombre, Sócrates? Un mal educado para atreverse a decir palabras vulgares en un tema serio.  (…)

 

Como pudiste observar en la conversación entre Hipias y Sócrates, el tema sobre la belleza pasa por identificar aquello que hace que una cosa sea bella, es decir, qué es “lo bello”. Es fácil confundir y creer que hablamos de la belleza cuando estamos hablando sólo de cosas bellas. Esta conversación nos muestra claramente, como es habitual en los diálogos platónicos, el quehacer filosófico de buscar descubrir la esencia de las cosas; lo que las cosas son. En este caso, vemos como la conversación se encamina a la búsqueda de lo que es la belleza en sí. Y este es un tema de la estética hasta el día de hoy. Puedes hacer el ejercicio tu misma/o y reflexionar en torno a una temática central para la estética: ¿es la belleza un atributo de las cosas mismas o es un atributo que le otorga el espectador según sus propias características -personales, sociales, culturales, etc.?

 

2.2- Fealdad
Decíamos que la belleza no es el único valor estético; también tenemos el valor fealdad. Durante mucho tiempo, artistas y pensadores de la estética se ocuparon únicamente de la belleza como valor estético, sembrando así la idea de que estética y arte estaban indisolublemente unidos exclusivamente a la belleza. Sin embargo, la fealdad no es ajena a la estética; nuestra sensibilidad capta la fealdad, la aprecia y también llama nuestra atención. De hecho, cuando decimos que algo es feo, estamos realizando un juicio de valor estético. Y es que la fealdad ha estado siempre presente en la experiencia humana; en la naturaleza y en lo creado por el propio ser humano. El problema es que, durante siglos, lo feo fue excluido de las creaciones artísticas y así también lo fue del análisis de pensadores de la estética. 

La aceptación de lo feo surge como respuesta a un agotamiento del canon clásico y a la necesidad de trasgredir y provocar. Miremos la estética de algunos artistas que claramente buscan manifestar y encarnar el valor estético de la fealdad. 

 

Marilyn Manson, músico, cantante, entre otras. Artista que busca resaltar lo grotesco y todo aquello que está fuera de los cánones tradicionales del arte.

 

 

Saturno devorando a su hijo, Goya. Cuadro que es parte de las Obras Negras del artista. Exhibe lo grotesco, lo sombrío, no solo por las tonalidades, sino también por la temática. En esta pintura vemos, además del acto de infanticidio/canibalismo, la expresión de horror y locura en un dios atemorizado por ser destronado. 

 

 

3- La estética de lo feo en la actualidad    

Además de algunas obras y muchos otros ejemplos que podríamos compartir aquí (y que sólo por espacio y tiempo no lo haremos), podemos reconocer que, en la actualidad, la estética de lo feo ha conquistado el gusto popular. Para entender este fenómeno, podemos agregar que cuando hablamos de apreciación y valoración estética, es decir, cuando consideramos bello o feo algo, siempre lo hacemos desde un contexto histórico, cultural, por lo tanto, el criterio que aplicamos también obedece a factores políticos y sociales. 

La aceptación y apreciación que existe hoy en día de la fealdad responde a la necesidad de originalidad e identidad. Es la necesidad de llamar la atención de manera original. Provocar un quiebre en el estatus quo estético. Las manifestaciones artísticas ya no buscan sólo replicar o resaltar la belleza; el artista, hoy en día, persigue generar sorpresa y provocar la reflexión en torno a lo que su obra exhibe. Y es así como la obra asume también, y eso no sólo en la actualidad, una función de denuncia y expresión de malestares sociales. 

Podemos citar, y a modo de cierre de este tema, las manifestaciones artísticas surgidas y masificadas con el “estallido social” en Chile, iniciado en octubre de 2019. Claramente, el valor estético de estas obras no es la belleza, o por lo menos, no es el valor cardinal de ellas. Existe la necesidad de provocar, de generar en el espectador una reacción, una reflexión en torno a lo que la obra denuncia. Y esa provocación no es a través de la belleza… aún así, la valoración y apreciación de la obra es profunda y persistente en sus consecuencias. 

 

 

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Fecha de publicación: 06/03/2024

Última edición: 06/04/2024

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